Mi vieja Canonet

Cuando mi padre me dijo que tenía una cámara de fotos suya para mí, que llevaba guardada treinta y cinco años y que la dejó de usar porque nunca supo manejarla a pesar de que le costó en su momento un dineral, me propuse usarla por mí y por él y me inundaba la ilusión de recibirla. 

Me alegraba recibir un legado tan simbólico y no necesariamente valioso. Cuando cayó en mis manos la vieja Canonet QL XVII comprobé que el obturador funcionaba perfectamente y la pila del fotómetro estaba gastada sin sulfatar, aunque me temí lo peor cuando observé que la lente presentaba una ramificación enorme de hongos, así como en el espejo del telémetro. Internet, que reúne tanta información fiable como inservible me hizo pensar que el aparato no volvería a conocer un carrete.


De eso hace dos años. Lo que ha ocurrido entre tanto es lo de menos.

La persona a la que he confiado la cámara me ha comunicado hoy mismo que en unos minutos me la devuelve por mensajería completamente arreglada y lista para ser usada como si fuera a estrenarla. Alegría es poco para describir lo que siento.

Y es que en el mundo hay gente buena que no se hace notar, porque lo bueno hace poco ruido. Al preguntarle un número de cuenta para ingresarle el importe de su trabajo me ha dicho que no es nada, que le he hecho pasar un rato entretenido en cosas que le gustan y algo así como que el favor ha sido mutuo. Da gusto encontrar gente así por la vida, aunque a uno se le queda cara de tonto por no saber cómo compensar tanta amabilidad.

La ansiedad por recibir la cámara y el enorme gesto de generosidad de este señor son una forma magnífica de comenzar la semana.

Como decimos por el Sur, ¡Ole la gente buena!

El desprecio de blogger

Este patio me lo ofrece Blogger de forma gratuita y ya se sabe que a caballo regalado no se le mira el diente, pero uso este espacio para algo tan personal y que valoro tanto como mi fotografía, es decir, para mostrar algunas de las cosas que vivo y siento y que se encierran en un rectangulito como éste. 

Decía Navia que la fotografía era muy fácil vulgarizarla y había que cuidar mucho el modo de enseñarla, y estoy de acuerdo aunque a veces no sea consecuente. Hoy, tras comprobar cómo Blogger ha convertido una imagen delicada y preciosa en una ordinariez como ésta, he tomado la decisión de no volver a publicar fotografías en Mi retina.

No la quito, es bueno que queden evidencias. Os facilito AQUÍ el enlace a la misma fotografía compartida en Facebook (que tampoco respeta mínimamente la fotografía) y podréis juzgar vosotros mismos.

Así no, Blogger, así no.

La Ría


Os invito a participar en este juego de significados:

1. Observa la fotografía detenidamente.

2. Presta atención a este vídeo de Sebastiâo Salgado.

3. Saca tus propias conclusiones.

Me sumo al cambio


Pensándolo bien, he sido muy dogmático con los teléfonos móviles. Fui el último de mis amigos en tener uno y no sucedió tal cosa hasta que me regalaron uno por desuso. Siempre he defendido que el móvil es un invento para dar una razón, sacarte de un apuro y permitirte la comunicación con quienes no tienes tan a mano. Pocos usos más les he dado yo hasta ahora. 

Pero el fin de semana estuve trabajando en una boda: doce horas con un una cámara al cuello que con la óptica fija que uso alcanza un peso cercano a dos kilos, levantando el brazo incesantemente hasta acabar rendido físicamente. Al día siguiente iba a la romería de un pueblo vecino y ni por asomo pensé en llevar la cámara. Ni tan siquiera la 450d que aunque pese la mitad no deja de ser una réflex y una carga. 

Pero como la mirada no descansa aunque te lo propongas, decidí confiar en el deficiente sensor del móvil para hacer las cuatro o cinco fotos que me apetecieron. Dudo mucho que de gustarme alguna la pueda sacar en papel con una calidad decente a 10x15 salvo si la luz es abundante, pero pensándolo bien forzando un negativo de 400 asa tampoco sería capaz de conseguir algo estupendo, de manera que queda elegir si haces o no la foto, importando poco lo demás. 


Y el resultado es justo: voy ligero y despreocupado de equipo pero puedo darme el gusto de hacer fotos como ésta. Al término de la romería cerramos el chiringuito y a uno de los compañeros de fatiga se le ocurrió colgar la paletilla, que parecía sacada de un estanque de pirañas, en la puerta del chozo. Me gusta porque representa perfectamente el final de todo: puerta cerrada, enseres agotados y el gran vacío que dejamos en el lugar hasta el año que viene. 

Así que, para pequeñas cosas, me sumo al cambio.


Pd: me reservo el derecho de cambiar de opinión si alguien me regala una X-20 :)

Photomercado 2013, fiesta pura de la fotografía


Iba a Photomercado con una Fuji X-100 en el bolsillo y la ocasión era idónea para probarla ¡qué mejor forma que fotografiando a fotógrafos! 

Desde Huelva se cuentan unos 130 Km para la ida y otros tantos del viaje de vuelta lo que en autopista y sin correr equivale a una hora y media de camino, de modo que saliendo del trabajo a una pude llegar a las dos y media. Fue llegar y besar el santo: el amigo Jaime Capote hizo de anfitrión (un lujo) y me cedió una silla entre Julián Ochoa y Juan Carlos Gargiulo. Imaginad el placer, que admirador como soy de las fotos de Julián y aprendiz de Juan Carlos desde que comenzara en esto de la fotografía me viera yo compartiendo mesa con tamaños artistas.


Junto a _marina_moron
Foto ©Jaime Capote

Ya en los sótanos de la biblioteca, con los fotógrafos ocupando su mesa-exposición, pasé una por una deteniéndome en aquellas cuyas obras me son más afines. Genial la cercanía y llanura de Julián Ochoa, las explicaciones de Roberto Luna, el buen rollo de Pepe Florido, las batallitas onubenses de _marina_moron y el "(re)" encuentro con (las fotos de) Victoria, de Sierra centro de arte. También pude conocer a Ignacio González (Photovisión) y escucharlo hablar de Cristóbal Hara...

Fue un placer conocer que una foto mía provocara un viaje a Marismas del Odiel de Jesús y Elena (_marina_moron) para buscar ciertos matices en los salobres paisajes del paraje. Fue un placer que el ambiente de Photomercado fuera festivo. Porque siempre se dice que la exposición es la fiesta de la fotografía, pero ésta una vez inaugurada se convierte en un espacio tan intimista que hasta emocionándote tiene algo de frío. Aquí, la posibilidad de acceder a los autores confiere al evento de una atmósfera de lo más campechana y acogedora.

Me quedó saludar y presentarme a Rogelio Camargo quien estaba bastante liado en los momentos en que pude acercarme y por aquello de no molestar dejé esa tarea para la edición del año que viene. Tampoco tuve suerte con Rita Castellote por similares motivos.


© No recuerdo si disparé esta foto yo o Juan Carlos.

Por todo, lo pasé tan bien que no hice ninguna foto... bueno sí, dos, pero por probar el retardo del obturador. Mi intención era ilustrar este resumen pero me pudo la emoción. Me traigo la experiencia, los amigos, una foto entrañable que me regaló Juan Carlos Gargiulo de Iguazú y que ya veré el modo de "pagársela", la Pradera de plata (libro de Pepe Florido) y cientos de miles de mosquitos pegados en la delantera del coche.


Hasta aquí mi crónica personal de Photomercado, evento al que volveré el año que viene si no es por fuerza mayor. El agradecimiento infinito a todos los participantes, en especial a los organizadores por su generosidad y solvencia

Gracias Photomercado,